Un edificio que flota

La Torre del Gas se levanta junto a la ronda del Litoral, casi en la playa. La parte más conocida de este edificio es la enorme torre de veinte plantas, que se puede ver prácticamente desde todas partes. De cerca, el edificio adquiere su dimensión real: son tres edificios conectados, a diferentes niveles, de formas geométricas y recubiertos de vidrio. La torre de oficinas, de veinte pisos, tiene 22.000 metros cuadrados habitables. El segundo bloque es un espectacular prisma rectangular que sobresale horizontalmente de la torre central y queda flotando. Finalmente, adosado a la torre, hay un tercer espacio de cuatro plantas. Lo más espectacular del conjunto es el juego de reflejos que crea con el entorno: el edificio flotante, que recuerda a las pasarelas que conectan los aviones, refleja la actividad de los alrededores y la luz del cielo.

Juego de luces

Obra de los arquitectos Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, la Torre del Gas se ha integrado plenamente en el entorno y ha transformado la silueta de la ciudad. Cuando el sol brilla fuerte, desde las colinas más alejadas se puede distinguir una torre de plata que parece surgida del mar. De hecho, es precisamente el recubrimiento de vidrio el que genera un edificio en metamorfosis permanente: no es nunca igual, no se muestra nunca del mismo modo. Todo depende del punto de la ciudad desde donde se mira y de la luz que cae del cielo.